martes, 24 de febrero de 2009


Tenía la rutina del eterno crepúsculo en la piel su comarca de sexo en una esquina, sus hectáreas de pecho en un vaivén. Sabía el argumento de la sábana rota por amor me soplaba la letra con su aliento y nos iba surgiendo esta canción labio sobre labio, sobre labio y la península mía; beso contra beso, contra beso y tu bahía. Cuando se hacen las dos de la mañana, cuando se hacen las cuatro del amor sus pupilas se hamacan porcelana en ojeras de rímel y carbón, ella de fuego y nicotina esperando volver a comenzar bocanada profunda que ilumina la mirada marrón de par en par. La mirada en el techo de los días la ceniza en el suelo del pudor y su nombre arrugado en una silla su apellido tendido del balcón encendé la fogata que combina mi melena, la tuya y la del sol. Un retrato de fuego, con rutina de lento caracol .

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